Pensando diferente, cambiando nuestra mentalidad.

Tiempos modernos
Un generador de ansiedad y malestares es la implacable velocidad a la que se mueve el mundo hoy en día. La competitividad, el exceso de información, la polarización, el coronavirus, la inteligencia artificial, los cambios políticos y económicos, entre otros tantos factores de cambio, han convertido nuestra vida cotidiana en un remolino de incertidumbre, carencia, descontento, falta de sentido y valores. Este remolino pareciera girar cada vez más rápido, exigiéndonos cada vez más en menos tiempo y con menos recursos.
Sin embargo, también es cierto que nunca antes hemos tenido tantas comodidades e inmediatez. Nuestra expectativa se va transformando al ritmo de todos estos cambios, demandando en todos y cada uno de nosotros cada vez más tiempo y energía dedicados a hacer sentido de todo este estrés. Esto nos arroja a un estado de tensión que desemboca en muchas ocasiones en comportamientos que, si bien nos hacen la vida más llevadera a corto plazo, a la larga se convierten en nuestros verdugos.
El otro lado de la moneda
No todo lo que nos lleva a este punto en nuestras vidas es amargura y sufrimiento. Dentro de la dinámica de aquello que nos colocó en ese estado de malestar, hay algo que nos beneficia y que nos hace comportarnos de cierta manera. Hay cosas que nos dan una sensación de bienestar, al menos en el momento, y que nos hacen aferrarnos a esos comportamientos, incluso cuando sabemos que son perjudiciales a largo plazo. Es importante reconocer esta dualidad para poder entender y cambiar nuestra conducta.
Cuántas veces nos hemos encontrado haciendo cosas que nos hacen sentir decepcionados de nosotros mismos y derrotados por aquello que nos colocó en ese estado de malestar. Si la misma situación se repite de manera crónica, presentándose una y otra vez, terminará creando una dependencia, además de minar nuestra autoestima y autoconfianza con mayor profundidad. Esto, entre otras tantas afectaciones, impacta no solo nuestra vida, sino también la de quienes nos rodean, y en especial a quienes queremos.
Nos resulta muy complicado, sino es que casi imposible, hacer cambios inmediatos que nos ayuden a salir psíquicamente ilesos de la situación. A menudo buscamos soluciones rápidas y mágicas, pero la realidad es que el cambio verdadero requiere tiempo, esfuerzo y paciencia.
Cambio real de la conducta, todo comienza en la mente
Estamos habituados a pensar de cierta forma con relación a aquello que nos resulta desfavorable, y esto se nos hace normal. El problema es que estas mismas ideas y línea de pensamiento son lo que nos está llevando a la conducta no deseada. Para cambiar nuestra conducta, debemos empezar por cambiar nuestra mentalidad.
La costumbre y la derrota
En ocasiones, cuando planeamos crear o deshacer un hábito por voluntad propia, comenzamos con entusiasmo y las mejores intenciones. Sin quererlo, nos llenamos de expectativas que nos entusiasman aún más y nos llenan de ilusión y energía para emprender y llevar a cabo nuestra nueva empresa. El problema es que el peso de la realidad no tarda en convertir esa línea tan maravillosamente perfecta en un enjambre de situaciones inesperadas y retrocesos que inevitablemente nos llevan al desaliento y la frustración. Es importante recordar que los contratiempos son parte natural del proceso de cambio y que no debemos permitir que nos derroten.
Un proceso natural y evolutivo
Cambiar nuestra forma de pensar es parte del proceso de desarrollo personal. Pasamos por diferentes etapas en nuestra vida que nos van haciendo cambiar ideas y madurar. Pero cambiar ciertas ideas y pensamientos que se han arraigado fuertemente a nuestra personalidad no es sencillo, y cuando se trata de ideas y pensamientos que tienen consecuencias negativas, existe un riesgo real que hace conveniente iniciar un proceso de cambio y podemos echar mano de este proceso natural, sin embargo representa un pequeño componente del conjunto de factores que concretan el cambio, que en su mayoría es lento, pero si es consistente, seguro.
Estabilidad, así estoy bien
Mantenernos en terreno familiar suele ser la preferencia frente a la opción de explorar terrenos desconocidos, y esto es lo que llevan en sí los cambios: el descubrimiento de nuevas rutas y el extrañamiento implícito de las nuevas situaciones que pueden resultar un tanto incómodas. La resistencia al cambio es natural, pero es importante recordar que el crecimiento y la evolución personal a menudo requieren salir de nuestra zona de confort.
Se queda o se va
Otro tema importante es la continuidad del comportamiento. Existen situaciones que no pueden ser tratadas bajo una perspectiva totalitaria, por ser inherentes a nuestra naturaleza, como por ejemplo la alimentación, el descanso e inclusive las actividades recreativas como el entretenimiento. No sería realista mantener un enfoque totalitario de abstinencia, y lo que corresponde en estos casos sería un balance sano dirigido a preservar nuestra buena salud tanto física como mental.
El momento tan esperado, llega.
Al final, todo el esfuerzo vale la pena. El tiempo puede ser largo, muy largo o hasta corto; esto depende de un número muy grande de factores. Pero cuando el cambio ya es asimilado y sucede de forma tan fluida y tan natural que literalmente no se siente como algo extraordinario, como lo fue en algún momento, entonces sabemos que hemos logrado nuestro objetivo.
Situaciones cotidianas donde esto se manifiesta, entre otras tantas:
- Consumo de alcohol, tabaco y otras sustancias.
- Trabajo en exceso o Workaholics
- Ejercicio en exceso
- Uso de dispositivos móviles
- Ansiedad y estrés crónico
- Depresión
- Baja autoestima
- Problemas de ira
- Trastornos alimenticios
- Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC)
- Codependencia
- Celos y posesividad
- Adicciones
- Procrastinación
- Perfeccionismo
- Impulsividad
En fin, cambiar nuestra mentalidad y superar conductas dañinas no es fácil, pero es posible. Requiere reconocer nuestros patrones de pensamiento, desafiar nuestras creencias limitantes y adoptar una mentalidad de crecimiento. También implica ser pacientes con nosotros mismos, aceptar los contratiempos como parte del proceso y celebrar nuestros logros, por pequeños que sean. Al final, el esfuerzo vale la pena, ya que nos permite vivir una vida más plena, auténtica y satisfactoria.